jueves, 7 de mayo de 2015

INFECCIÓN

Es de noche. No voy a empezar escribiendo frases influenciadas por poesía. Lo más literal de la noche es que ha caído. Enfermo, trasteando escucho un tango. Hay mucho sufrimiento, pasión, las rasgaduras tan humanas y sensibles. Tengo los ojos morados, apenas entrecerrados o entreabiertos. Recuerdo que solía escribir en un blog, mando todo a la mierda y me mando yo mismo ahí. La noche y sus humos azules me soplan la nuca, impiden que el chasquido de mis dedos contra las teclas fluya. La falta de amor o desamor que son mis putas inspiradoras comunes para escribir, se escondieron en una bolsa de basura, hoy todo es vacío y azul noche.

Danzar soy o en ese camino estoy, pero noches como la de hoy truncan todo. Dan las 22:00 hrs, despeinado, la cabeza estalla y quisiera una inyección de veneno a ver si todo pasa. La vida son decisiones, y hasta no decidir es ya una decisión. La noche, ¿será también una decisión? Veremos qué tanto duras, tú, cuando tú soy yo, tú eres tú y tú son todos, tú también es ella, tú eres la noche. Rodéame tú noche que me lees, sopla mis oídos y exhala tus fiebres allí. Yo, la noche, y la fiebre. Yo y ustedes. Son la noche y son la fiebre. ¡Inféctenme!


Danzar

miércoles, 18 de marzo de 2015

MIEDO DE HABLAR O DE CALLAR

Estos días siento que no me siento. He llegado a un punto de alpinchismo sobre la existencia misma, sobre mis ideas, sobre mi entorno, sobre los intereses del ser humano, de la insignificancia de los efectos que pueda causar con cada uno de mis textos, publicaciones. De lo mierdita de mis palabras. Me siento como un avatar contra las máquinas, una piedra contra una bomba atómica, un mendigo contra los gobernantes del mundo. ¿Es verdad la ilusión de querer vivir caminando en las nubes? ¿Tan lejos podemos estar de la realidad los que defendemos lo que para los seres normales es una insignificante pared con pintura? A veces quisiera ser tan normal como ellos. Que no me afecte y no me importe lo que los gobernantes hagan con su corral, aquel corral donde soy una oveja más, pero una que reniega de seguir a las demás. ¿Por qué a las ovejas no les importa que se lleven a una de cuando en cuando? ¿Por qué les gusta comer de la mano que los mata? ¡Te trasquilan oveja! 

¿Será que me equivoco con todo esto? ¿Tan errada es mi decisión de vivir? Pienso en si mañana debo seguir hablando o quizá sea mejor coserme la boca, agachar la mirada y caminar mirando la acera secuestrando mis deseos de hacer algo por la sociedad, por los niños y niñas. Pienso en si debo asentir a todo y acomodar mis gordas nalgas en las piernas de papá poder, en si debo acomodar mis alegaciones para que siempre defiendan lo que la mayoría siempre quiere, al parecer así no hay pierde porque estás con la mayoría. 

Mi voz ahora está dañada por mí mismo. Ella, dentro de mí, me habla. Yo, posesionario de ella, le digo que estoy pensando, que no resuene tanto, que me aturde. Todo se vuelve peor. Los conflictos de mi pensamiento y mi voz han crecido enormemente. Ahora están a los gritos y casi ni puedo escribir. Mi mente quiere pensar y la manda a callar. Mi razón quiere ser como todas las ovejas, o al menos eso está pensando. Mi voz tiene testículos y estertóreamente insulta a mi razón por sólo considerar callarse.

Mi voz y mi mente, después de la lucha, han llegado a un acuerdo. Van a enviar este texto a las ovejas amarillas a ver qué entienden.



- Danzar -


martes, 10 de marzo de 2015

COPLA A LA IMAGEN DE MI ABUELA

A mi familia.


La Rosa Margarita es madre de mi madre. Creo, algún día descubriré una flor en un nevado o dentro del mar, y la nombraré Norma Isabel. Hasta entonces mi madre llevará el nombre de la flor aún no descubierta. Lo cierto es que mi abuelita sí era flor.

¿Dónde estarás? ¿A dónde irán las energías luego de morir los cuerpos? ¿A dónde irá esa sonrisa picaresca tan cajamarquina tuya? Y esa trencita gris y blanca? ¿Cuántos cabellitos le quedan? Porque en mi mente están todos intactos. En mi mente vives mi gran Margarita. En mi mente está lo mejor de ti, de tu andador, de tu “amito pues, taitito”, de tu risita, de tus lentes marrones y gruesos, de tus arruguitas grandes, de esa nariz que ahora veo en mí, de las venas y la artrosis en tus manos, de ti mirando entre las cortinas antes de abrirme la puerta, de los rajes de las novelas, de tu fortaleza de espíritu para llevar a tantos hijos de la mano, de tu amor por nosotros, por mí.

Si, al inicio iba sólo como un pretexto para luego correr a jugar con mi primo, pero eso fue de niño, tú sabes, la niñez es un sueño que toda la vida uno recuerda. Pero sí, felizmente tengo imágenes dormido con mi cabeza cerquita a tus piernitas y tú tejiendo. Hermosos recuerdos de lonches: caramanduca con café, de esperar escondiditos que pasen mis tíos para correr a la tienda y como cómplices riendo celebrar con un sublime y una coca-cola nuestra hazaña. De ir a tu casa diciendo que iba a la biblioteca y estudiar ahí con la tranquilad que me dabas. Siempre me acogiste con tanto cariño querida Rosita.
Abue, ¿Nunca te cansaste? Ahora, mientras escribo, van llegando a mí recuerdos. También te quejabas de la vida, de lo largo que son 83 años y de lo injusto que es ser viejo, de los límites que se tiene involuntariamente, del cuerpo cansado que cubre a un alma de niño. Imagino que debe ser mucho más fácil, (aunque más triste) ser viejo cuando se tiene alma de viejo, como estar parado en la estación de bus esperando que llegue. Pero tú, estabas en la estación de bus pintando las paredes, jugando en la banca, tomando coca cola y cantando una copla de tu tierra.

Primera copla para mi mamita
Abuelita Margarita, abuelita Margarita,
Qué es de ti compañerita, qué es de ti compañerita;
Cómo te las estás pasando, cómo te la estás pasando,
De arriba me estás cuidando, de arriba me estás cuidando.

Tu nieto salió escritor, tu nieto salió escritor
Y te escribe con amor, y te escribe con amor;
Tu nieto salió cantante, tu nieto salió cantante,
Copla y verso elegante, copla y verso elegante;

Si en el cielo estás coplando, si en cielo estás coplando
El señor va a estar gozando, el señor va a estar gozando.
Haz la fiesta y silva fuerte, haz la fiesta y silva fuerte,
Baila y goza con la muerte, baila y goza con la muerte.
(Fuga)
El día que yo me muera quiero encontrarme a mi abuela,
darle besos en la frente y abrazarle el corazón
Allí baila, canta y ríe, cuida, ama y quiere más
No se cansa y sigue alegre, ella vive y vivirá.




- Danzar -




martes, 3 de marzo de 2015

EL LLANTO DEL HOMBRE RUDO

A Jéssica Muñoz La Rosa,
A Juan Muñoz La Rosa,
A mi tío Germán Muñoz, con respeto hondo, con amor.

A la memoria de Georgina Haydee La Rosa Medina. 
Que el dolor, ahora se convierta en amor.




De pronto me encontré sentado a cincuenta centímetros de las rejas blancas, al lado de un pequeño jardín con bordes de cemento y matas de uva que llegaban hasta tres pisos hacia arriba, dos muebles de exterior cubiertos por una tela raída que solía ser blanca. El carro temblaba allá afuera a veinte metros, en un barrio que no era el mío y que tenía fama de ser agresivo, en una calle vacía, una madrugada que no quería amanecer traía una terrible noticia. Eran las tres de la mañana.

Mis madrugadas habituales por aquellos días pasaban frente al computador, intercambiando risas con una caminante por el celular mientras intentaba dormir echado en el sofá de cobertor rojo de la sala de mi casa, siempre en calzoncillos y con el televisor brillando y aullando. Así son las noches de verano en Lima. Bueno, las que no tienen novedades. Toda mi planificación de esa noche cambió cuando el celular de Norma sonó y apareció en la pantalla el nombre de la sobrina en llantos. Ella estaba en la sala de emergencias de un hospital limeño, su madre agonizaba por varios días, y ya esa noche la iba a dejar. Cáncer le dijeron que es, pero la sobrina terca siempre creyó en las fuerzas de su luchadora madre, en los rezos que hacía todas las noches y los días, la sobrina terca hasta pensaba que todo era una pesadilla, una larga pesadilla y que iba a abrir los ojos en la siguiente pestañeada, y todo sería como antes, sus padres estarían alegres y renegando, porque eso hacen los padres cuando todo está bien, pelean.

Su padre, mi tío, hombre fuerte, acostumbrado toda su vida al trabajo forzado. Lo recuerdo llegar en moto, con su casaca de cuero y sus apretones de manos toscas, sus exclamaciones llamándome ‘cholasho’, siempre con una botella de anisado ‘Noche Buena’, a la casa de la abuelita. Siempre con un carajo resbalándose fácilmente, con sus risas anchas y roncas. Su padre, hoy estaba ya viejo, delgado, enfermo. El Parkinson no tiene rival, se presenta sutil, un dedo, un pequeño temblor, una corriente que avanza lentamente hasta ser un monstruo transformador de hombres. La enfermedad se había llevado al hombre potente y había dejado unos ojos tristes y una voz débil.

El viejo dormía en la casa ignorando al mundo aquella madrugada, cuando llegamos del hospital. Yo no quise entrar, nunca lo hago, nunca voy a hospitales si no tengo que. No voy a velorios ni entierros, no aguanto, no puedo. El pecho se cierra y me duelen las costillas y se juntan todas hacia adentro, la voz no quiere salir, los pasos son imprecisos y las manos no saben saludar. Veinte personas a las tres de la mañana afuera de la casa esperando que entren la hija y el hijo para contarle sutilmente al padre la noticia de la partida. Empezaron todos a entrar. Yo apenas había cruzado las rejas blancas de protección escuché un llanto inolvidable. No sabía si aquel hombre fuerte que trabajaba con metal toda su vida se había convertido en ese quejido. El hombre que lloraba se lamentaba, era un quejido casi animal, como un cachorro. El hombre estaba adentro, a veinte metros y dentro de un cuarto, yo no tenía posibilidad de verlo desde las rejas, pero aquella voz atravesó todo y se situó dentro. Aquel llanto fue un portal mientras me apretujaba las rodillas mirando hacia el carro, el hombre lloraba como un niño cuando tiene un dolor verdadero, no hace escándalos grandilocuentes, cuando de verdad hay dolor se escucha ese sonido invasor de mentes débiles. Podía imaginarlo. Delgado, despeinado, con su ropita de dormir y sandalias, sentadito en su cama con la boca cerrada de la cual se escapaba ese sonido, ese llanto de impotencia, de recordar a su compañera de vida.

Cada llanto era un temblor en mí. Sentado y en silencio sólo pensaba en mi madre, en el momento de su muerte, en cómo será, en cómo estaré, me gustaría estar, besarla todo lo que ella me ha besado, pensar en cómo sería mi vida a partir de aquel momento. Una madre. Mi madre. La madre de mi prima se había ido. Su padre, con más de setenta años, su cuerpo era ya delgado y lloraba con llanto de amor, con llanto de seguir pataleando en esta tierra dura. Esta madrugada iba a dejar corrida en tinta negra el llanto del hombre rudo.



- Danzar -




martes, 17 de febrero de 2015

ESTO QUE HAGO Y ME EMOCIONA

Hoy, entre dos cervezas y una salchipapa compartida, descubrí un motivo suficiente que le da sustento a estos momentos de acostarse y tener que despertar. Esta triste perspectiva de esta broma que parece ser vivir. De estos altos y bajos. De esta función de teatro que cuando acaba, cuando todos van a casa, el actor deja de ser el héroe de teatro griego y vuelve a ser ese patético errante y solitario ser penoso, ese remedo de ser humano al que le apesta la cotidianeidad y la gente.

Hoy, entre dos cervezas caí en cuenta que esto que hago y me emociona no es solamente un desfogue emocional y mundos alternos donde cumples las fantasías que eres suficientemente cobarde de siquiera intentar realizar.

Hoy, entre dos cervezas y una conversación teatral, vi que este carrusel emocional, que muchas veces pienso no tiene razón, ha cobrado sentido con esto que hago y me emociona. Esto que hago y me emociona es escuchar el sonido de las teclas bajo la presión de mis dedos, es impacientarse por los espacios de tiempo entre sonido y sonido mientras mis dedos quedan suspendidos  expectantes a generar uno nuevo. He descubierto que esto que hago y me emociona va calando en mí aunque no cale en otros, porque esto lo hago para mí. Es probablemente egoísta hacer algo en busca de la satisfacción del ego. Clávame pero esto lo hago para mí. Esto que hago y me emociona es terapéutico y catárquico a un nivel que no esperaba pero que voy descubriendo, sí soy capaz de hacer. Que no me importa ser juzgado por lo que pienso o no, o por lo que creo o dejo de creer. Esto que hago y me emociona puede revelar mis infiernos, mis sueños, mis verdades o mis engaños. Puedo hablar con “yo”, puedo hablar con “él”, puedo hablar con “ella”, o con “uno”, o con “el hombre”; pero yo sabré si: yo, él, ella, uno, o el hombre, soy en realidad yo, o quizá en realidad ella es ella, o no es ella; o el hombre es realmente hombre o quizá no lo es. Esto que hago y me emociona me da la libertad de mentir a lo grande o de confesar porqué tiemblo por la noche.

Esto que hago y me emociona me saca de ese estado de soledad. Esto que hago y me emociona tal vez de forma ególatra explota los sentimientos y utiliza a las personas que pretendo querer sólo para provocar estímulos intencionales para continuar escribiendo pestes.

Esto que hago y me emociona saca todo mi lado sexual que exploro dentro de mi desnudez. Mi placer por experimentar dolor físico en el acto sexual, básicamente mordidas extremas. Entender, que en este preciso momento hago esto que hago y me emociona, que ese extraño placer provocado por el dolor físico está relacionado con el aún más extraño placer (o búsqueda de placer) de dolor emocional para, intencionalmente, hacer esto que hago y me emociona.

Él, por fin entiende que su novela no lo llevará a nada, pero no le importa. Ella, sigue sentada al lado de una taza de café y haciendo eso que hace y la emociona. Uno, a veces es triste y melancólico, y a veces escapa de esa prisión y trata de aletear fuerte buscando un azul. El hombre, creador de todo lo que aún no existe, crea porque imagina, vive porque piensa.



- Danzar -